Lea Vicens, que cortó una oreja en su primero a pesar de pedir la segunda el público; una petición desatendida por el palco. Estuvo extraordinaria montando a Bético, galopando de costado.
Más laboriosa fue su faena al segundo, aunque la disposición y calidad a lomos de Diluvio, Aladín y Greco, dejaron patente la raza y clase de la rejoneadora francesa que podría haber recogido algo más que una ovación de no ser por el rejón de muerte.